Sala Nezahualcóyotl: festejo por 86 años de León-Portilla y presentación de
obra monumental
La poesía náhuatl convocó una audiencia masiva de
jóvenes
México vive tiempos difíciles, ¿a qué nos vamos a agarrar para no hundirnos?,
dijo el historiador
El libro representa el rescate de nuestra historia, de nuestra cultura,
indicó el rector José Narro

El historiador Miguel León-Portilla y José Narro Robles,
rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, durante la presentación de
la serie Cantares mexicanos, en la Sala NezahualcóyotlFoto Guillermo Sologuren
Alondra Flores
Periódico La Jornada
Viernes 24 de febrero de 2012, p. 3
Viernes 24 de febrero de 2012, p. 3
La poesía de los antiguos nahuas convocó un lleno total en la Sala
Nezahualcóyotl; el público, en su mayoría, estuvo integrado por jóvenes
universitarios.
Se trató de una celebración doble: por la presentación de los Cantares
mexicanos: el códice de la poesía náhuatl, patrimonio de la nación
y por el cumpleaños 86 de quien encabezó la realización de la obra, el
historiador Miguel León-Portilla, quien ha estado vinculado casi 60 de esos años
a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Se sumó una petición en voz del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma: que la
máxima casa de estudios tome la batuta para pedir que las lenguas indígenas de
México sean declaradas patrimonio de la humanidad por la Organización de
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Vivimos tiempos difíciles, fue lo primero que pronunció León-Portilla, tras cruzar a paso lento el escenario para sentarse en la sala de su casa, en la UNAM, frente a una cascada de alcatraces que se desbordaba en el recinto ofrendado a la música, que ostenta el nombre del más grande poeta nahua: Nezahualcóyotl.
Se apagaron las luces; después del aplauso llegó un silencio que contrastó
con el bullicio de los jóvenes que minutos antes corrían, con todo y mochilas,
por el Centro Cultural Universitario para alcanzar un lugar. A las siete de la
noche estaba prácticamente lleno, incluso se abrió el acceso a las butacas de la
sección del coro.
Continuó el historiador, lingüista y antropólogo: “México vive tiempos
difíciles. Inseguridad, crisis económica, sequías, conatos de hambruna con
nuestros hermanos rarámuris. ¿A qué nos vamos a agarrar para no hundirnos? Yo
creo que en este universo en que vivimos la cultura es lo que puede darnos un
faro de luz para caminar. Y qué casa más llena de cultura que la Universidad
Nacional Autónoma de México, nuestra alma mater.”
Autor de la semilla primigenia de ese proyecto y amigo de los investigadores,
Matos Moctezuma compartió los sillones instalados en el escenario para
participar en un coloquio de tres, al que se sumó el escritor Vicente Quirarte.
Expresó los siguientes datos sobre el volumen culminado tras 20 años de trabajo,
resultado del encuentro de dos mundos, llamado a constituir una joya
editorial.
“Cantares mexicanos es por derecho propio símbolo de un pasado que
se convierte en presente, al lenguaje simbólico de las piedras se une el
lenguaje escrito, la palabra en lengua indígena perdura entre nosotros y es
nuestro deber hacer que dure muchos años, siglos, para que siga siendo el medio
de expresión de estos pueblos.”
En su turno, el rector José Narro Robles exaltó el orgullo de la UNAM al
poder entregar a la sociedad los Cantares mexicanos:
un libro que representa un rescate de nuestra historia, de nuestra cultura, de nosotros mismos, tenemos que celebrarlo de manera particular. Por eso reconozco la presencia de cientos y cientos de académicos, estudiantes y de trabajadores de la universidad que nos acompañan, y al doctor León-Portilla, le dijo:
Lo único que en español se puede fácilmente seleccionar: muchas gracias, millones de gracias, por el ejemplo de vida, por el legado de una vida académica y de compromiso con México, con nuestros pueblos originarios y con el futuro de la nación.

Miguel León-Portilla, en la Sala Nezahualcóyotl. El
académico dirigió al grupo de investigadores que elaboraron la obra monumental
sobre la poesía náhuatlFoto Guillermo Sologuren
El encuentro consistió en la presentación de los tres primeros volúmenes de
la edición bilingüe del códice por sus realizadores: León-Portilla; enseguida
Guadalupe Curiel, directora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, y
Alicia Mayer, directora del Instituto de Investigaciones Históricas, quien
aprovechó para dedicar unos versos en lengua indígena, luego en español:
“floreces aquí en México, derramas fragancia en el mundo, se esparcieron los
jades, nace la flor, es tu canto, tú elevas en México, aquí tu flor resplandece.
Tlazocamati. Por mi raza hablará el espíritu”.
Los doctores reunidos en la sala de conciertos coincidieron en enumerar a la
docena de colaboradores de la obra como a los integrantes de una expedición
capitaneada por León-Portilla. Algunos perecieron en la misión que se presentaba
triunfante con el tesoro recuperado: el manuscrito náhuatl, acompañado del
castellano, donde se ve el pensamiento del sacerdote mexica y el discurrir del
fraile.
Y el capitán indicó a los universitarios:
México tiene en su haber grandes tesoros culturales, la raíz más honda, de milenios, que es la mesoamericana.
Hay una herencia intangible, que son la visión del mundo: las lenguas, los textos que hay en los códices. Este manuscrito que conserva la Biblioteca Nacional de México son los custodios de la memoria de México... Acercarnos a este texto es un camino para tranquilizarnos y afrontar la vida con valor. No es un lujo, ni la música ni la pintura ni la literatura ni el pensamiento, es lo que hace al hombre ser humano.
Entonces rindió reconocimiento a su maestro Ángel María Garibay y al rey que
da nombre al lugar de los cantares. “Flor y canto es la poesía, flor y canto es
lo que hace posible nuestra amistad –evocó las palabras del sabio Nezahualcóyotl
inscritas en una enorme piedra lisa en el jardín contiguo de la sala–; por fin
lo sabe mi corazón, escucho un canto, contemplo una flor, ojalá no se
marchiten”.
Los cantares floridos aparecieron, declamados por el poeta Librado Silva,
entonados musicalmente por el grupo Xochihcuicanih.
Después de una larga presentación de dos horas y el discurso de seis
oradores, se escuchó una conversación afuera de la Sala Neza: –Estuvo largo, yo
quería irme a casa, pero tu querías venir –dice un chavo a su compañero. –Pero
por lo menos pudimos escuchar al maestro –responde en alusión cariñosa a Miguel
León-Portilla, mientras una avalancha de jóvenes se arremolina en espera del
Pumabús para que los acerque al Metro, otros tantos se alejan y caminan
para cruzar la reserva volcánica.
Escucho un canto,/ contemplo una flor,/ ojalá no se marchiten, recita alguien en medio de la noche de lava petrificada y flores olorosas.
Ojalá no se marchiten.
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