La destrucción mercantil de la literatura
Eduardo Subirats
Guadalupe Rodrigues es una joven profesora de origen guatemalteco
que ha terminado un manuscrito de 600 páginas titulado Mito y
literatura. Es una investigación de cinco años realizada en una universidad
norteamericana, pero es también un estudio poético sobre lo que llama
cinco obras clásicas de la literatura latinoamericana del siglo XX. Su análisis literario es expansivo: en lugar de aplicar interinamente modelos interpretativos fabricados a partir de la literatura europea y norteamericana, o filosofemas prediseñados por la máquina académica y el mercado cultural globales, analiza una serie de obras literarias maestras latinoamericanas a partir de sus vínculos lingüísticos, simbólicos y religiosos con las culturas originales de las Américas: Juan Rulfo y José María Arguedas son los modelos hermenéuticos que estudia la profesora Rodrigues.
Pero a partir de estas raíces –que el racismo letrado hispanoamericano ha
condenado como indigenismo desde el día cero de la conquista hasta la noche del
boommágicorrealista– Mito y literatura construye un diálogo soberano con la
literatura mundial(en el sentido que Weltliteratur tuvo para Goethe, no en el sentido de las ferias internacionales de la industria del libro). Diálogo espiritual, filosófico y estético entre obras literarias maestras como Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos, el Grande sertão, de Guimarães Rosa y, del otro lado de una impuesta frontera académica y comercial, la poesía de los Vedas, la filosofía revolucionaria de Sade, el mito de Fausto o la conciencia escindida en la obra dramática de Shakespeare. Mito y literatura es, además, un análisis literario
feminista. Una clase especial de feminismo que tampoco coincide con las semióticas de género de la máquina académica global. Guadalupe Rodrigues es feminista porque establece la continuidad de la memoria religiosa y literaria entre los cultos, los mitos y los símbolos de la Madre Tierra en las religiones populares e indígenas de América, y sus expresiones literarias y artísticas modernas.
El objetivo de Rodrigues es reconstruir la obra literaria como un universo
simbólico por derecho propio, en conflicto y contienda con la disolución
semiológica de la obra literaria en las redes intertextuales lingüísticamente
indiferenciadas de la producción académica e industrial de fiction y
creative writing. Esta dimensión crítica de su análisis con respecto al
establishment estructuralista de las Humanidades la ha pagado al precio
de su censura académica. Su rechazo de la reducción comercial de la literatura
ha estigmatizado su perspectiva hermenéutica con otros males.
*
Problema poético y político. Dilema de una literatura nacional o regional
latinoamericana en conflicto con una lógica corporativa que conlleva la
disolución de las expresiones culturales a los lenguajes y formatos de la
máquina académica y a una redefinición mercantil y burocrática de la cultura. La
posibilidad teórica de una literatura clásica moderna latinoamericana (o de una
música y una arquitectura modernas y clásicas, y de una estética clásica y
moderna en la pintura, de Villa-Lobos y Niemeyer a la pintura de Francisco
Toledo) es anatema para los aparatos globalizados del latinoamericanismo y sus
repetidores locales. Pero el ataque es también estético. Ataque de la vanguardia
del espectáculo cultural contra la literatura como obra de arte y medio de
reflexión y resistencia. Pero antes concluir esta crítica del espectáculo tengo
que terminar el relato.
Guadalupe Rodrigues envió el manuscrito de su libro a una editorial española,
una de las más agresivas en cuanto a su penetración comercial en América Latina:
“La interpretación que propone de esos clásicos de la literatura latinoamericana
me ha parecido realmente brillante y llena de tantas intuiciones y sugerencias
que sin duda incitan a releer estos libros con otros ojos…” –fue la generosa
respuesta de su agente literario. El mensaje seguía más adelante con un
veredicto: “Me temo que fuera de los departamentos universitarios, poca gente
sabe ya quién es Mário de Andrade o Guimarães Rosa, y empiezo a tener dudas
hasta con Juan Rulfo. Por tanto, un extensísimo ensayo dedicado a reinterpretar
sus obras nos resulta muy difícil de asumir hoy por hoy…”
La anécdota es reveladora de muchas cosas. Una de ellas me parece urgente: la
lógica empresarial de la producción industrial de literatura confluye y coincide
con la reducción estructuralista de la obra literaria a una intertextualidad sin
conciencia, vaciada y exenta de toda profundidad. Bajo este principio uniformado
Mário de Andrade o Juan Rulfo no poseen un valor en sí mismos: ni como soporte
comercial, ni como reflexión intelectual. Son textualidades semióticamente
interconectadas en redes de signos atravesadas por un valor monetario. Por eso
tampoco es necesaria su interpretación. De hecho, ya no se lee hermenéuticamente
la literatura en el sistema de administración académica global del conocimiento:
se hace sociología y deconstrucción textual. La experiencia poética, el
conocimiento mitológico y simbólico, la reflexión existencial y filosófica no
tienen lugar en la cultura comercialmente administrada.
*
Los titulares que inflamaron la máquina académica global de las décadas
recientes invocaban hasta la náusea la letanía de postsujetos y transujetos, de
intertextualidades, hipertextos y social-texts. Bajo su signo se ha
disuelto la reflexión humana en cualquiera de sus formas artísticas e
intelectuales, en provecho de la producción industrial de realidades virtuales
globales y la transfiguración hologramática del ser en la trascendencia
electrónicamente vigilada del espectáculo. Esta visión entusiasta, que la
vanguardia estética postmodernista reivindicaba como el último grito de una
libertad prêt-à-porter, es hoy la pesadilla de una destrucción en
tiempo y espacio reales de tejidos sociales, tradiciones intelectuales y
artísticas, y vínculos humanos de solidaridad.
La liquidación comercial y académica de la literatura es sólo un aspecto del
proceso vertiginoso de disolución de la experiencia humana y de la realidad. Una
masa global de decenas de millones de humanos es eliminada militar, económica y
semióticamente en los campos de exterminio definidos por la racionalidad
corporativa, las epistemologías tecnocientíficas, los poderes financieros
trasnacionales y los medios globales de comunicación. La trivialización de los
lenguajes cotidianos en las retóricas del espectáculo democrático o en la
industria literaria, la manipulación gramatológica e iconológica de reflexión
humana, y la fragmentación y degradación educativas son precondiciones de este
proceso regresivo de la civilización humana. Y uno de los temas por los que
deben comenzar la crítica y regulación de este proceso regresivo.
Eduardo Subirats es autor de El continente vacío, La existencia
sitiada y Proceso a la civilización, es profesor en New York
University
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